Leyendas manchegas para maridar con vino en el puente de Todos los Santos

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Panorámica de Toledo

Nos hallamos a las puertas de uno de los días más terroríficos del año: Halloween. Una fiesta que gana adeptos año tras año y su celebración, paulatinamente, gana terreno al Día de Todos los Santos. Sin embargo, las leyendas y el misterio no son exclusivas de los americanos y en La Mancha contamos con multitud de ellas. Historias que ocurrieron, algunas llenas de fantasía, pero que han marcado la historia de los manchegos y han provocado alguna que otra noche en vela.

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La Mancha, rebosante de mitos y leyendas

Leyendas manchegas en el Puente de Todos los Santos

Desde los inicios de la historia de la humanidad, el mundo de la ultratumba siempre ha despertado una simbiosis de fascinación y terror; a partes iguales. De ahí, supersticiones, mitos y leyendas han calado muy hondo en la sociedad. Un buen ejemplo son los presagios que anuncian la muerte, como el aullido de los perros, el canto de la lechuza o los propios sueños.

En La Mancha, alguna de las leyendas más conocidas vienen del papel y la pluma del genio y poeta Gustavo Adolfo Bécquer. Relatos que, a día de hoy, siguen erizando los vellos a quien pasea de noche por la ciudad. Sin embargo, en este post también os descubriremos otras más desconocidas e igual de misteriosas. Prepara tu copa de vino favorito de La Mancha y disfruta de estas leyendas manchegas. ¡Celebra tu propio hallowine!

1. Leyendas de Toledo: Las tres fechas (Toledo)

Callejón de Santo Domingo, inspirado en la leyendas 'Las tres fechas'
Callejón de Santo Domingo (Toledo), Fotografía Juan José Rentero (Flickr)

Uno de los poetas más famosos de la historia, Gustavo Adolfo Bécquer, vio en Toledo una fuente de inspiración para dar rienda suelta a su valiosa imaginación. En el convento de santo Domingo el Real se inspira esta misteriosa historia.

Cada vez que Bécquer visitaba la ciudad, siempre recorría una estrecha y poco concurrida calle mientras se dirigía a san Juan de los Reyes. En una ocasión, en una ventana de arco ojival, atisbó lo que parecía ser una bella dama. Cayó rendido a su encanto y anotó la fecha en la que la encontró; la tituló la ventana.

Meses después, el poeta regresó a la ciudad y no pudo resistirse a visitar el lugar donde conoció a la hermosa mujer. Ella seguía allí observándolo con sus grandes ojos. Bécquer volvió a anotar la fecha titulándola la mano.

Tiempo después, visitó por tercera vez la ciudad. Volvió a pasar por el lugar que le tenía cautivado. Esta vez, la ventana estaba cerrada y no tuvo más remedio que marcharse. Por el camino escucho ruidos y cánticos procedentes del convento santo Domingo el Real.

La curiosidad pudo con Bécquer que se acercó a ver qué pasaba. Reconoció a una monja que estaba tomando el hábito: la bella mujer de la ventana. Sus miradas se cruzaron con desolación dando a entender que lo suyo sería un amor imposible. La tristeza y el dolor reinó en el corazón del poeta.

2. El hombre de la capa negra (Huélamo, Cuenca)

Leyendas de La Mancha: El hombre de la capa negra
Huélamo (Cuenca)// Imagen: Rodelar

Es una de las leyendas más célebres de la provincia de Cuenca y sucedió en los alrededores de una de sus localidades: en Huélamo. En una gélida noche de Todos los Santos, dos jóvenes , Juan Manuel y otro apodado El Pinto, charlaban animosamente. En un momento determinado, El Pinto retó a su compañero a visitar el cementerio en solitario; debía dejar unas piedras en la puerta del camposanto para corroborarlo. Juan Manuel, rebosante de valentía, aceptó sin dudarlo y sin tener idea de lo que le depararía después.

El reto lo superó rápidamente, pero fue en su regreso cuando todo se tornó más oscuro. El reloj marcaba casi la medianoche cuando un hombre apareció entre la oscuridad y le cortó el paso a Juan Manuel. Sorprendido, el muchacho se percató de que aquel misterioso hombre llevaba puesto una exuberante capa negra, por lo que intuyó que era extranjero.

Con la tensión inundando el cuerpo del joven, unas educadas palabras le sorprendieron. El extraño hombre, le preguntó el camino hacia un pueblecito cercano: La Serna. Sin saber por qué lo hizo, Juan Manuel no solo le indicó el camino; también lo acompañó. Durante el trayecto, el silencio reinaba mientras que el joven se arrepentía de su arrebato.

Sintiéndose en peligro, Juan Manuel miró de reojo al misterioso hombre y le pareció ver cómo una luz emanaba de su cuerpo. Intentando procesar lo que había visto, volvió de nuevo la mirada hacia su compañero de trayecto. En esta ocasión, el miedo lo invadió mientras observaba que de sus manos y pies salían llamas azuladas.

Aplacando su terror, quiso escapar disimuladamente de esa criatura sobrenatural. Pidió intimidad para hacer sus necesidades fisiológicas y la propuesta fue aceptada con una condición, traducida en amenaza: no debía escapar y al golpe de la tercera palmada, Juan Manuel debía regresar. Presa del pánico, Juan Manuel decidió huir.

Cuando escuchó la tercera palmada, Juan Manuel ya se encontraba a la entrada del pueblo pensando que ya estaría a salvo. Nada más lejos de la realidad. Inesperadamente, la criatura apareció detrás de él, pero esta vez rebosante de ira y cuyo fuego ya le salía hasta por los ojos. Sin dudarlo, Juan Manuel echó de nuevo a correr, logrando entrar en su domicilio.

Una vez dentro, fuertes golpes se comenzaron a oír desde la puerta y una voz resonó con potencia: «De una buena te has librado, muchacho. De tus pies te has valido, que si no de tu sangre hubiera bebido». A la mañana siguiente, las huellas de una enorme garra en la puerta de su casa confirmaron que la terrorífica noche de Juan Manuel fue verídica.

3. Leyendas de Toledo: La dama de los ojos sin brillo

Calle Aljibes, escenario de 'La dama de los ojos sin brillo'
Calle Aljibes (Toledo)//Imagen: Leytol (Flickr)

Esta leyenda cobra vida en la primorosa calle de los Aljibes, también en la ciudad de Toledo. El consejero de finanzas del rey, Don Sancho de Córdoba, fue a una fiesta organizada por la duquesa de Saboya. En el transcurso de la velada, una mujer llamó su atención por su asombrosa belleza.

El consejero, aprovechando el final de la cena, la invitó a bailar; ella asintió sin mediar palabra. Todo iba perfecto hasta que sonaron las campanas que invitaban a rezar por las ánimas. La mujer quería huir del lugar sola; don Sancho de Córdoba solo pudo dejarle su capa. Ella le dijo que podría recoger su capa en el palacio de los Condes de Orsino (ubicado en la calle de los Aljibes). Al despedirse, el hombre se dio cuenta de lo gélida que estaba la piel de la mujer, así como la falta de brillo en sus ojos.

A la mañana siguiente, se dirigió al palacio con la excusa de recoger su capa. Le recibió un sirviente y le aseguró que la dama que describía había muerto años atrás. Atónito y sintiéndose engañado, pudo observar como en uno de los cuadros de la vivienda aparecía la mujer que había conocido la noche anterior.

Don Sancho de Córdoba se despertó a la mañana siguiente empapado en sudor y con fuertes dolores. Fue entonces cuando el sirviente llamó a su puerta. Había encontrado su capa en la tumba de la fallecida mujer: la condesita de Orsino.

4.  El Diablo y la Cruz (Daimiel, Ciudad Real)

Cruz de los Pajes, lugar de la leyenda 'El Diablo y la Cruz'
Cruz de los Pajes (Daimiel, Ciudad Real) //Imagen: Wikiloc

Esta leyenda se asienta en la ciudadrealeña localidad de Daimiel. A principios del siglo XX, un consolidado matrimonio del pueblo contaba ya con nueve hijas y vino al mundo una décima. El padre, al enterarse que su nuevo descendiente no era un varón, se dejó llevar por un fulgurante ira que se vio expresada en sus palabras. Todo tipo de groserías y blasfemias salieron a borbotones de su boca. Dejó claro que no quería a su nueva hija, por lo que prefería que se la llevase hasta el mismísimo Diablo.

El progenitor, que se encontraba laboreando en su huerta, decidió regresar a su hogar. A pocos kilómetros de lograrlo, observó en la carretera lo que parecía ser un pequeño niño llorando. Rápidamente el hombre se acercó e intentó que contestara a alguna de sus preguntas. Como no hubo respuesta, montó al niño en su caballo y siguió su camino.

Cuando el hombre se encontraba al oeste de la localidad, muy cerca de la Cruz de los Pajes y donde en la actualidad reposa la Virgen de las Cruces cuando es llevada a su Santuario, decidió ver cómo se encontraba el niño. Sus ojos se llenaron de terror cuando observó que el niño se había convertido en un ser terrorífico; un verdadero monstruo al que le arrastraban los pies.

Sin pensarlo ni un segundo, espoleó a su caballo y se lanzó con fuerza a la Cruz de los Pajes. Al mismo tiempo, suplicaba aterrado: «¡Ampárame, Virgen de las Cruces!». Inmediatamente después, oyó una voz: «¡Este ruego te ha salvado!». El hombre dirigió sus ojos al origen de la voz y comprendió que había invocado al Diablo. Afortunadamente, desapareció tras su súplica a la Virgen. No obstante, la lección la aprendió el insatisfecho padre, el cual pasó un mes enfermo, sin salir de su cama.

La Cruz del Corregidor (Alcázar de San Juan, Ciudad Real)

Leyendas de La Mancha, 'La Cruz del Corregidor'
Cruz del Corregidor (Alcázar de San Juan, Ciudad Real)//Imagen: Cofrades S.

Corría una fría noche de invierno del año 1750, en la ciudadrealeña Alcázar de San Juan. Las campanas de la iglesia Santa María La Mayor anunciaban la hora de las ánimas; un momento en el que el silencio se respiraba en todos los rincones de la villa y las luces de velas y candiles desaparecían súbitamente. No obstante, la noche no sería igual de plácida para todos.

Tres hombres, ataviados con capas negras, esperaban en la ermita del Cristo de Villajos la llegada del corregidor de la localidad, don Juan de Silva. Una misión los retenía a esas horas de la noche: dar caza a un fantasma que rondaba las calles de Alcázar durante la noche. Cuando los cuatro hombres estuvieron listos, salieron en su búsqueda armados con espadas y pistolones.

Esperaron pacientemente hasta que dieran las doce de la noche en el boquete de Santa Quiteria, conocido en la actualidad como callejón del Corregidor. Fue Juan de Silva el que dio la orden de disparar cuando divisó al fantasma. Ruidos de disparos en la noche dieron paso a un ensordecedor golpe de un cuerpo cayendo al suelo.

«¡Dios me valga!», gritó el corregidor al comprobar la aterradora escena: el muerto era su propio hijo. La calma de la noche dio paso a los gritos del afligido padre, que no tardaron en ser escuchados por los vecinos. El dramático suceso recorrió la localidad en un oscuro trayecto, con el asesinado a cuestas. Al día siguiente, una gran cruz de madera se alzó en el lugar recordando lo sucedido y bautizándola con el nombre de la Cruz del Fantasma o la Cruz del Corregidor.

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